sábado, 31 de agosto de 2013

NOTICIA DEL BLOG

A partir de ahora no solo escribiré en este blog, sino también para el periódico digital Diffractions, que podéis encontrar en http://diffractions.com. Alguno de mis artículos estará publicado allí pronto. Espero que os paseis por allí, es una web con artículos de mucho interés y que promete. !Tengo muchas esperanzas puestas en esta oportunidad que se me ha brindado!

Allí os espero.

Un saludo

Monsieur Mersault

domingo, 25 de agosto de 2013

BLOW-UP de MICHELANGELO ANTONIONI: SUGESTIÓN EN ESTADO PURO

Es el año 1966 en swinging time de Londres: los mods se enfrentan a los rockers, Pete Townshend destroza guitarras, los Beatles sacan Sgt. Pepper,  y el movimiento hippie está creciendo, y Antonioni, que no era ajeno a todos estos cambios, se propone hacer una película, que no teniendo aparentementemente nada que ver con la realidad, la disemina de una manera nunca antes vista. Limitarse a hacer una sinopsis, o un resumen de la película, sería quedarse corto, y estar ajeno a lo que se acaba de ver. Así que no lo haré. Vamos a analizar algunos aspectos de este filme, y vamos a dejarnos otros cuantos por analizar.

Para aquellos que no conozcan el término "blowup", perteneciente a la jerga de los fotógrafos: este término se refiere al hecho de agrandar una determinada zona de una fotografía hasta que tome tamaño de fotografía de por sí. "To blowup" por tanto es acercarse para conocer más de cerca la realidad, obteniéndose como resultado de este proceso una imagen cercana, y por ello muy distorsionada (como las maravillosas guitarras de Jimmy Page y Jeff Beck, que en esa escena tocan con The Yarbirds, con  una pose y un porte tremendo que parecen decir: "Aquí estamos, somos The Yarbirds". Nótese que al principio Antonioni quería a los Who para este número musical, pues estaba fascinado por la actitud salvaje y destructiva de Towndsend) de la realidad; una imagen mucho más cercana a la realidad, pero por ello mismo aparentemente inverosímil. Unas imágenes, las agrandadas, compuestas por grandes manchas de color, algo así como los cuadros pseudo-impresionistas del vecino del fotógrafo, Bill, que explica que su modus operandi consiste en empezar a dibujar, y cuando ve algo que le parece recordar a algun objeto (una pierna pone como ejemplo), continúa el cuadro a partir de esa pierna. "Es como una investigación policial" afirma. Encuentra una pista, y a partir de ahí construye todo lo demás; lo previamente dibujado cobra sentido según se avanza el dibujo. Esto es, parte de algo irracional, lo convierte en racional, y sigue el proceso. El concepto de arte como algo irracional se repetirá a lo largo de la película. Este proceso que sigue Bill, también lo seguirá el protagonista tras observar una figura extraña entre los arbustos en las fotos que acaba de tomar. Y este proceso también lo lleva a cabo el espectador al ver la película: partes aparentemente incoherentes terminan formando parte de ese universo que teje tan meticulosamente Antonioni. Así, y siguiendo con esta serie de analogías, lo que el pintor termina es una obra que representa una realidad distorsionada, así como las fotos que han sido "blowed up" o la propia película que estamos visualizando. La película nos hace plantearnos contínuamente: "¿Qué es realidad y que es ficción?", es decir, nos encontramos ante una situación ciertamente solipsista. Antonioni parece adelantarse a la obra filosófica del año siguiente de Guy Debord La Sociedad del Espectáculo, que también nos presenta una realidad distorsionada, mediatizada, en donde "Todo lo experimentado previamente, se ha convertido en una representación" y las relaciones humanas se han convertido en ilusorias. Así, nos preguntamos que partes son reales, y cuales no, o si es todo real, o si es pura ficción, o incluso, cual de las dos partes, que pudiendo distinguirlas fácilmente, es en verdad la más real. De este modo, lo que solemos llamar "lo real" (un término más acertado sería "racional para el hombre") se inmiscuye en "lo imaginario" (que se escapa del campo de la racionalidad, en otras palabras).  Veamos pues la película, pero desde el final hacia el principio. Y así, con esa maravillosa ultima escena de los mimos anarquistas, que no creen en nada, parece que no quieren hablar, pues las palabras le acaban traicionando a uno, tenemos el más claro ejemplo de la problemática en la que nos hayamos: lo real y lo imaginario se entremezclan hasta no saber que es cierto, y que no. La escena sigue así. los mimos juegan un partido de tenis "imaginario", con pelota imaginaria, raquetas imaginarias... Nosotros miramos, o admiramos el partido de un modo un tanto objetivo, pues el fotógrafo también alucina con su comportamiento. Pero parece que poco a poco nos vamos metiendo más en el partido. Los mimos espectadores siguen la pelota imaginaria con la cabeza y los ojos. En un cierto momento aparece un plano esencial: la cámara sigue el supuesto trayecto de la bola imaginaria. Esto significa que nuestra mirada ha dejado de ser objetiva, ha entrado en su juego. Instantes después, la pelota "vuela" por encima de la valla, y silenciosamente, los mimos instan al protagonista a que vaya a recogerla. El protagonista, se podría decir, "les sigue el juego. Anda, recoge la pelota, y se la lanza. A continuación veremos un plano de su cara. Que mira fijamente el juego. Pero sus ojos se empiezan a desplazar de un lado a otro, y comenzamos a oír como la pelota suena al botar en el suelo. La pelota ahora es real, y antes, ¿también? Estamos ante una hiperrealidad, concepto de la semiótica y filosofía posmoderna se usa para denominar la incapacidad de la conciencia de distinguir la realidad de la fantasía, especialmente en las culturas tan mediatizadas como la nuestra.

Parece entonces que nuestra mirada, y la del fotógrafo, objetivas, han dejado de ser objetivas. pero, ¿En algún momento llegaron a ser objetivas? Antonioni nos hace plantearnos esto con un plano, una pista, realmente elegante. Dos planos más bien. En una escena en el parque, el cadáver ha desaparecido. El fotógrafo mira hacia arriba, hacia las ramas de un árbol. Automáticamente la cámara cambia de plano, y mira hacia las ramas del árbol, en lo que parece un plan objetivo, pero un suave movimiento de cámara, un simple PAN, acaba incluyendo al fotógrafo en el plano, descubriéndonos, que en realidad era un plano subjetivo, ilusorio, y que así pueden serlo otros tantos de la película, creando una ruptura (otro concepto que habrá de retomarse).

Podemos apuntar entonces que cuando la realidad y la ficción, lo racional y lo irracional se unen, cualquier cosa puede pasar; las "leyes" que parecían regir este mundo desaparecen, como también lo hace el fotógrafo en el césped que aparece en los créditos iniciales, del mismo modo que pudo hacerlo el cadáver, si es que alguna vez estuvo donde el fotógrafo lo vio. Una ilusión, tal vez. 

Así, la película se plantea como un conjunto de imágenes, cubiertas por un velo de desconocimiento, que nos impide reconocer las que tienen cabida en este mundo (es decir, las reales) de las que no. Pero, ¿es la sociedad que vivimos real? ¿O, volviendo otra vez a la magnífica interpretación de Marx de Debord, vivimos en un mundo constituido por representaciones de lo real? Debord cree que las relaciones entre personas son ilusorias, y han generado la crisis de esta sociedad. Como las relaciones entre personas (incluyamos tambien las sexuales) del filme, ilusorias, las sexuales prácticamente coreografiadas, pues ponen en juego representaciones que no son anodinas para el ser humano y entrañan una buena parte de la identidad personal del ser humano en esta sociedad. Es también así, Blowup, una investigación de la identidad personal. Y es aquí donde empezamos a ver coincidencias con la magnífica película del mismo año de Ingmar Bergman, Persona (el mismo término hace referencia al tema de la identidad personal: persona proviene del latín persōna y éste probablemente del etrusco phersona ,«máscara» del actor, personaje). Del mismo modo en que en Persona visualizamos esa trama tan ilusoria a través de una pantalla situada en el depósito de cadáveres en que ese misterioso niño se encuentra, aquí contemplamos lo mágico a través de la cámara del protagonista. Ambos cineastas no dejan de recordarnos que estamos ante una obra de ficción. Y para esto intentan buscar ese efecto de ruptura del que antes hemos hablado, de los dos planos de la escena del parque cuando el cadáver ha desaparecido. En la película de Bergman también hallamos tal intención, pero el cineasta sueco la realiza con una maestría y un afán innovador mucho mayor: a mitad de la película hace como si el rollo de metraje se quebrase, se rompiese, rompiéndose el fotograma en dos. Las imágenes del principio de Persona nos dan a entender lo mismo. Nótese, que a pesar de ser del mismo año la película, y ser más original Bergman, Persona se realizó antes que la obra de Antonioni. 

De esa manera, Persona es una búsqueda del "yo", de la propia identidad. Un proceso autocognoscible a través de otro sujeto crítico, a pesar de aparentemente haber suspendido el juicio (epojé). La que ha suspendido el juicio, o el habla al menos, "gana la batalla" sobre la otra, trayéndola a su terreno, el de espectador ante la vida (recordemos que ella pasó de ser actriz, a espectadora an te la vida, tras quedar muda de manera voluntaria en la representación de Electra de Sófocles, nombre muy propicio por cierto, pues dará pie a entender que sufre de ese complejo, el simétrico al de Edipo, cuando conocemos a su marido, mucho mayor que ella). En Blowup el mismo proceso funciona al contrario, aunque de manera muy similar. Las fotos que él tira, que responden a actos impulsivos e inconscientes, pues en eso consiste el arte (tal como afirmó Marcel Duchamp en su famoso discurso El Acto Creativo: "el artista, que desde el laberinto más alla del tiempo y el espacio, busca la manera de salir hacia un descampado. Si le damos los atributos de medium al artista entonces debemos negarle el estado de conciencia en el plano estético, sobre lo que está haciendo o porqué lo está haciendo. Todas sus decisiones en la ejecución artística de la obra descansan en la pura intuición"), así como comprar la hélice o llevarse el pedazo de guitarra, actos que no se circunscriben dentro de ningún marco lógico y no siguen un mecanismo de relación causa-efecto, el cual parece regir el mundo real. Así el artista puede conocer su subconsciente mediante su obra (en verdad al contrario que en Persona, en donde la actriz deja de actuar para encontrar a su verdadero yo). Algo así apunta en cierto modo Michel Foucault en Las palabras y las cosas en relación con Las Meninas, que a parte de ser un claro ejemplo de la episteme de l'âge classique (un dispositivo invisible pero eficaz del discurso, de la visión de las cosas y el mundo, de la representación de lo real que encierra, cristaliza y petrifica una época de representaciones estereotipadas), es un dispositivo de autoconocimiento para el sujeto. Volviendo al tema de la suspensión del juicio, epojé: en Blowup los que han suspendido el juicio y el habla, que actúan, en esta ocsaión para el fotógrafo, hasta que lo traen a su territorio (obsérvese el paralelismo con la obra de Bergman). Cuando lo consiguen, el fotógrafo se desvanece, al igual que se desvanece la personalidad de la enfermera de Persona, terminando de este modo las dos películas

Podemos entonces concluir que la película, a parte de estar dotada de una técnica cinematográfica impecable, unos diálogos hipnotizantes, y una belleza de imágenes apasionante, es una obra que pretende que nos preguntemos sobre el significado de la realidad o la lógica que tan interiorizada tenemos. 


Así que posiblemente no debamos esforzarnos en comprender esta película, pues el mismo Antonioni pudo haber actuado como medium entre la realidad ilusoria que su subconsciente le revelaba, y nuestra sociedad. ¿O es al reves? Quien sabe. Quizás ni el mismo la comprenda, pues dijo que necesitaría otra película entera para explicarla. Antonioni confía en nuestra inteligencia. Nos dice "2+2", y espera que nosotros intuyamos "4" o "5" o... ¡Quién sabe a estas alturas cuál es el correcto!


J.M.C.

domingo, 18 de agosto de 2013

EN DEFENSA DE MI GENERACIÓN

Vayamos directos al grano. La tesis que me propongo defender es la siguiente: mi generación no es ni mejor, ni peor que otras. 

Aclaremos los términos de esta afirmación. Con mi generación me refiero a la gente nacida en el año 1995 (el mío) y "tres o cuatro años a la redonda"; esto es, el intervalo entre el año 91 y el 99, aproximadamente. Con "ni mejor ni peor" me refiero a esas críticas que hablan de "la generación ni-ni" que ni estudia ni trabaja, o de la mala educación de dicha generación, de la falta de preparación, u otra sarta de estupideces.


TALKIN’ ‘BOUT MY GENERATION


Al expresar la rabia, violencia, o ánimo de cambiar el mundo de "los mayores" es inevitable hacer referencia  a dos temas del rock: My Generation de The Who y The Times They Are A-Changin' de Bob Dylan. Ambas concentran gran parte de la energía juvenil que este artículo pretende condensar. La primera fue supuestamente escrita por el gran Pete Townshend el día de su 20 cumpleaños. La letra, agresiva, contiene versos de la categoría del ya famoso “I hope I die before I get old” (Ojalá me muera antes de envejecer) al tiempo que los coros repiten “Talkin’ bout my generation” al puro estilo del Rythm and Blues. La segunda fue compuesta por Dylan a la edad de 23 años, y concentra un estilo mucho más poético, y acompañada por una música más bien al estilo folk. La primera estrofa de la canción, que resume el tema de esta, reza “Come gather round people / wherever you roam / and admit that the waters / around you have grown /  and accept it that soon / you’ll be drenched to the bone / If your time to you / is worth savin’ / then you better start swimming / or you’ll sink like a stone / for the times they are a-changin’” que viene a ser “Venid, reuníos / allá donde vagueis / y admitid que las aguas/ que os rodean han crecido / y aceptad que pronto / estaréis calados hasta los huesos / Si vuestro tiempo / es algo que os merece la pena aprovechar / Será mejor que empecéis a nadar/ u os hundiréis como una piedra/ pues los tiempos están cambiando” Estos versos se me antojan incontestables, y son la mejor defensa, de cualquier generación, sea la época que sea, pues estas canciones resultan, inmortales.

TALKIN’ ‘BOUT MY GENERATION

Para aquellos que se meten con mi generación, por su educación, sus formas (esto es, al fin y al cabo, su ética y su moral), su poca preparación u otros temas, hay dos cosas que debo decir: la primera es que es mentira. En cierta ocasión, un profesor que en su momento no valoré, nos dio muestras de ello. Nos leyó tres citas de tres personajes históricos relacionados con el ámbito intelectual, de gran importancia, al estilo de Sócrates u Tomás de Aquino (no recuerdo si eran estos) que se metían con todos esos aspectos mencionados, de las generaciones jóvenes. Esa crítica a los nuevos tiempos, es algo normal, pero no por ello legítimo. Nuestra idiosincrasia, no es ni peor ni mejor, sino diferente. Y en caso de que si fuese peor, ¿es acaso nuestra culpa? La respuesta a esta estúpida pregunta, es un rotundo NO, y me remitiré al mismísimo Sartre, en su cita más famosa “la existencia precede a la esencia”, frase que resume brutalmente el existencialismo filosófico francés. ¿Y a que viene esta cita ahora? Vamos a por ello. Definamos brevemente “esencia” como la quididad (quidditas), término acuñado por Tomás de Aquino, lo que define a un ser. Tomás de Aquino afirmaría que en Dios, la esencia y la existencia coinciden, pues su forma de ser, es la propia existencia: “No puede no existir. Explicará la contingencia del ser humano de una manera similar: la existencia y la esencia no coinciden, pues a él no le define la existencia. Sartre, que es a lo que íbamos, diría esa frase, que viene a significar, que el hombre carece de naturaleza (quididad). Esto es, que el ser humano primero, es. Lo único que lo define es la contingencia, y la libertad (“estamos condenados a ser libres” diría también en otra de sus famosas citas). Así, el hombre no está dotado de una estructura moral propia, sino que adoptará la que le han enseñado. He aquí el quid de la cuestión: partiendo de la suposición de la absurda crítica que oigo constantemente sobre la mala educación de los jóvenes, se podría afirmar sin dudarlo que no es culpa de otra persona, que de los propios críticos, que no han sabido educar.


TALKIN’ ‘BOUT MY GENERATION


El profeta Dylan dirá: "Vamos madres y padres / de toda la tierra / No critiqueis / lo que no podeis entender /  Vuestros hijos e hijas / están fuera de vuestros dominios / Vuestro viejo camino / está envejeciendo rápidamente. / Por favor salid del nuevo / si no podéis echar una mano / Pues los tiempos están cambiando”. Aquí y ahora debo decir que si traduzco estos versos, no es  como  protesta de  la educación  que  he  recibido  por  parte de mis  padres,  pues  la hallo impecable. Esos “mothers and fathers” de la canción, no se refieren únicamente a los progenitores, sino a aquellos que no aceptan que los tiempos están cambiando.

TALKIN’ ‘BOUT MY GENERATION

Este artículo va dedicado a todos aquellos que tachan de impresentables a aquellos jóvenes que lo único que tienen es una maravillosa energía, a esos señores o señoras recién salidas de la peluquería que no se apartan cuando algún chico se les cruza por la calle (“que se aparte él, que pa’ eso es joven”), a aquellos trabajadores de distintos establecimientos que tratan con mucho menos respeto a los jóvenes, a aquellos revisores de tren que piden mayoritariamente el ticket a jóvenes, y que por suerte se lleva una decepción cada vez que no puede ponerme una multa, o a aquellos padres que quieren cumplir sus propios sueños a través de las vidas de sus hijos no dejándoles hacer lo que quieren. A todos ellos, les pido aire, libertad, y menos intransigencia, pues los tiempos están cambiando.

TALKIN’ ‘BOUT MY GENERATION

J.M.C.


AGRADECIMIENTOS: TODA la gente que pueda sentirse identificada con este panfleto que me acabo de marcar, a Bob Dylan, Pete Townshend, a John Entwistle por tocar el bajo de esa manera como solo el lo hacía, a Keith Moon por tocar la batería como un auténtico helicóptero, a Roger Daltrey por poner voz a algunas de las mejores canciones de la historia, a John Lennon por inspirarme a cambiar el mundo desde la paz, la palabra y la comprensión (lo siento John, esto último no lo acabo de llevar muy bien), a Keith Richards por ser un auténtico Benjamin Button: el joven más viejo del mundo, el auténtico Peter Pan, pues nunca uno debe de olvidarse de “como ser niño” y a Federico García Lorca, que un día como hoy del año 1936, fue asesinado, cerca de un olivo, en Granada. Gracias.